¡Si conocieras el don de Dios y lo que es el Cielo!
¡Si pudieras oír el cántico de los ángeles y verme en medio de ellos!
¡Si pudieras ver con tus ojos los horizontes, los campos eternos y los nuevos senderos que atravieso!
¡Si pudieras, por un instante, contemplar como yo la belleza ante la cual los astros palidecen!
Créeme: cuando la muerte llegue a romper tus ligaduras como ha roto las mías y, cuando un día en que Dios ha fijado y conoce, tu alma venga a este Cielo en que te he precedido, ese día volverás a verme y encontrarás mi corazón que te amó y te sigue amando, con todas las ternuras purificadas.
Volverás a verme pero transfigurado y feliz, avanzando contigo por los senderos nuevos de la Luz y de la Vida, bebiendo a los pies de Dios un néctar del cual nadie se saciará jamás.
Por eso, no llores si me amas.