Es la noche de la fragilidad.
Del Dios frágil hasta la propia hendidura de la carne frágil.
No es un disfraz (como muchos quisieran). Es el hacer propio lo que se había hecho con amor. Pero el amor no llegaba: quiso amar en sí lo que había creado, milagro sublime de la debilidad de un Dios que ya no quiere se Todopoderoso como se contaba de Él. Que quiere ser carne vacilante, trémula, gozosa, dolorida, fiesta de los sentidos y limitación de los mismos. Alegría desbocada y belleza disfrutada a través de lo que nos fue regalado a todos por principio de amor. También la debilidad.