En el proceso del despertar de la conciencia, pasamos por la noche oscura del alma, atravesamos un desierto, damos un salto en el vacío. En este punto, sólo nos queda aferrarnos a nuestro centro aunque no sepamos cómo dirigirnos hacia Él, y a pesar de nuestra angustia, dudas y miedos, sólo queda entregarse, morir a nuestros viejos esquemas, para así permitir el florecimiento de lo nuevo; al igual que en los procedimientos alquímicos para que se dé la trasmutación del metal, primero ha de pasar por la putrefacción. Morir-renacer desde el corazón no es resistencia, es flexibilidad… Hace falta mirarnos en nuestra justa dimensión, reconocernos en nuestro dolor, permitir el desintegrarnos, llorar lo que sea necesario y sobre todo, confiar; el fuego del dolor a la luz del amor es la alquimia de la conciencia1.