Estado del espíritu propuesto por los estoicos consistente en la indiferencia emocional ante los avatares de nuestra existencia. Ausencia de pasiones.
Etimológicamente esta palabra designa la ausencia de pasiones (páthos = pasión). Los filósofos estoicos consideraron que la felicidad sólo podía alcanzarse cuando se consigue una disposición de ánimo gracias a la cual el sujeto es indiferente emocionalmente ante los sucesos o acontecimientos que le tocan vivir. Marco Aurelio expresa gráficamente este punto de vista en sus “Meditaciones”: “Has de ser como una roca en la que se estrellan todas la olas. Ella está firme y el oleaje se amansa en su derredor”; “El primero precepto: no te dejes impresionar por nada”. Cuando los distintos avatares de nuestra vida no despiertan en nosotros pasión o emoción alguna, alcanzamos la tranquilidad espiritual y conseguimos la máxima felicidad que nos cabe esperar. Un eco de esta frialdad de carácter e indiferencia ante las circunstancias adversas lo encontramos en frases del tipo “soportar con estoicismo el sufrimiento”, “tomarse las cosas con filosofía”.
La ética estoica consideró las pasiones y emociones como algo malo e irracional ―y por lo tanto a eliminar de la vida humana―. Frente a esta concepción, la ética aristotélico-tomista tiende a pensar que las pasiones son indiferentes desde el punto de vista moral, siendo malas solo cuando son excesivas y llevan a que el sujeto pierda el control y le predisponga a cometer acciones incorrectas.